Suele ser un sitio frío, sucio y lleno de restos que no se pueden tirar y que hay que guardar…aunque luego nunca tienes lo que necesitas y tienes que ir a comprar…
Pero también es un sitio lleno de vida, de historias, de máquinas con logos o frases que has leído millones de veces y por alguna razón vuelves a leer cada vez que lo ves.
Supongo que todo el mundo empieza igual, pero mi rutina siempre es la misma. Primero las luces, obviamente, y ver dónde se quedó el trabajo que dejé ayer. No me gusta dejar trabajos a medias de un día para otro aunque a veces es inevitable.
El aparato de soldar se enciende, abrimos el gas y a soldar lo que se quedó punteado de ayer. A lo mejor hay que cortar en la tronzadora…durante el año está bien, pero en invierno la taladrina (el líquido que se usa para enfriar el material) te acaba mojando las manos y si añades que el acero es un material de los más fríos tus manos acaban heladas…y ya tienes frío para todo el día. O puede ser que lo que hayas cortado se tenga que soldar. Entonces vuelves a entrar en calor. Hasta que llega el verano y te mueres de calor…y no puedes hacer nada. No te puedes quitar ropa de lo contrario tu piel se quema. Cuando veas un vídeo de alguien soldando en manga corta…una de dos, o cáncer de piel o es postureo…
Solo hay una cosa que no me gusta del taller…mejor dicho, no me gusta en ningún empleo. Me refiero al trabajo repetitivo.
He pasado horas y horas y horas de mi vida delante de una cizalla cortando piezas a la misma medida, sin ningún tipo de aliciente más que de vez en cuando medir las piezas para ver que el tope no se haya movido. ¿Y sabéis que acababa haciendo? Cogía la tiza que tenía para escribir las medidas y acababa dibujando por toda la máquina…Una vez mi padre pasó por delante de la cizalla que era naranja y lo único que vio fue un montón de dibujos hechos en tiza…y las piezas sin cortar…qué tiempos.
Ahora no, esto ha cambiado. Ahora las piezas que hago parten de mi cabeza, de mis ideas o incluso de mis sueños. Y digo parten porqué prácticamente no tengo planos ni dibujos. Empiezo las piezas con una idea pero dejo que me lleven…a veces un corte no queda como quiero y me tengo que adaptar. Otras, al doblar una varilla no me gusta lo que veo y lo tengo que cambiar…puede parecer caótico pero no puedo ser más feliz que crear sin ataduras.
Solo te pido una cosa, confía en mí. Sé que tienes una idea y que querrías ver un plano con todas las medidas y detalles…pero mejor déjame a mí hacer lo que mejor sé hacer…fluir. Fluye como cliente, confía en lo que hago; al fin y al cabo, si has llegado hasta mí es porqué te gusta lo que haya hecho anteriormente. Disfruta el proceso y fluye con él.